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Don Quijote, Dominique Aubier y Yo. Por Gustavo Lobo Amaya

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 Don Quijote, Dominique Aubier y Yo  por Gustavo Lobo Amaya. En mi infancia no fui, como hubiera querido, ser un lector voraz que leyera los clásicos en latín o griego. No, mi historia es más vulgar: mi afición por la lectura empezó con las historietas o “paquitos”, ahora llamados “comics” por la penetración cultural gringa. Empecé a leer libros cuando tenía diez o tal vez once años y mi primer libro fue Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino de Julio Verne, aún lo conservo. Para quienes empezaron a leer más temprano, inclusive temas muy profundos, soy un retrasado mental y para quienes no leen -un derecho inalienable- soy una lumbrera. Pues ni lo uno ni lo otro. Soy un lector desjuiciado que pica aquí y allá y que a través de los años creó sus propios rituales y sus propias reglas para leer, algunas están acertadamente condensadas en el libro “Como una novela” de Daniel Pennac. Tampoco soy un lector omnívoro e insaciable; pues así se definen algunas abominables cri